La astronomía es probablemente la más antigua de las ciencias. Templos y Construcciones megalíticas dan fe de que todas las civilizaciones han explorado y observado el sol, la luna, los planetas y las estrellas. Era de vital importancia poder predecir la siembra y la cosecha, el momento y la elección de la ruta de las migraciones… Pura supervivencia
Por la posición y movimiento de los astros organizamos nuestro tiempo, hacemos calendarios, diferenciamos las estaciones y establecemos los horarios. Los astros determinan además el clima de todo el planeta, crean las mareas y han orientado a navegantes, forman los desiertos y glaciares, nos castigan con periodos de sequías, grandes heladas o inundaciones, y a la vez nos regalan unas condiciones únicas que han favorecido que nuestro hogar común, este diminuto planeta, que es menos que una mota en el universo, sea habitable en un universo hostil. Es un milagro.
Hace 65 millones de años, el impacto de un meteorito propició otra extinción masiva, en la que los mamíferos, nuestros ancestros, salieron ganando. Estamos aquí por esa colisión. La luna misma, esencial para la estabilidad de la Tierra, es producto de otro choque gigantesco de esta con un planeta del tamaño de Marte. Realmente milagroso que estemos aquí y podamos contarlo. En verdad, somos polvo de estrellas.
¿Acaso no son estos motivos suficientes para aproximarnos al universo e intentar comprender cómo funcionan las leyes que ineludiblemente rigen a diario nuestras vidas y nuestro destino?